martes, 27 de febrero de 2007

Anarquía

Recientemente estaba hablando con un muchacho de estos anarquistas que van a las manifestaciones contra el imperio, el capital y todo eso. El jovenzuelo se autoproclamaba anarquista. Pero resultaba que sus ideas políticas diferían radicalmente de las mías –y personalmente me considero liberal filoanarquista-.

¿Por qué teníamos tantas diferencias siendo que ambos nos proclamábamos o anarquistas o cuasianarquistas?

La principal característica de la anarquía, sería una sociedad en donde no existiera el Estado. En donde el valor fundamental sea la libertad individual. Es decir, se trata de una ideología ultraindividualista. Para entenderla, hay que comprender lo opuesto, es decir, el colectivismo.

El colectivismo se basa en un concepto fundamental: que es necesario reprimir los impulsos humanos –es decir, la libertad individual- porque esta es la única forma en que los hombres pueden convivir. Para eso se crea el Estado –el Leviatán- que aplasta los impulsos egoístas de las personas.

El anarquismo es básicamente lo opuesto a esto. Es un sistema en donde no existe el Leviatán y la conducta humana no es reprimida en absoluto. El problema con muchos pseudoteóricos y pseudolibertarios anarquistas, es que consideran que en una sociedad en anarquía, las personas vivirán en comunidades y todos tendrán buena conducta y serán amables unos con otros. Resumiendo, creen que la gente puede convivir en paz sin la necesidad de que exista autoridad y que eso sería la Anarquía.

Esta teoría es errónea por dos cosas. Primero está el hecho de que resulta altamente improbable que las personas puedan vivir en paz sin autoridad de ningún tipo. Segundo, que si esto fuera posible, dicha sociedad no sería una anarquía. ¿Y por qué no? Porque requeriría estar poblada por una manada de hippies amables y eso en los hechos es una seria limitación a la conducta humana. Una anarquía debe admitir TODOS los impulsos humanos, sean buenos, malos o regulares.

Yo por ejemplo no quiero ser amable. No quiero compartir mi comida, ni mi casa. Me niego a admitir que a mi mujer se la garchen una manada de negroides bajo la excusa de que nadie es propiedad de nadie, etc. Pero si vos me querés prestar a tu mujer una tarde me parece estupendo. Avisá. Pero a mí no me pidas lo mismo.

Yo quiero propiedad privada y que mi mujer sea fiel. Quiero la posibilidad de lucrar. De decir y pensar lo que quiero. Y de defender mis derechos incluso utilizando la violencia. Así de simple. No quiero un Estado que moleste y me rompa las pelotas y me diga qué hacer y qué no. Y tampoco quiero vivir en una comunidad de hippies homosexuales fuma porros.

Yo quiero libertad. Y la libertad implica sencillamente que cada ser humano haga lo que se le cante la garcha. A veces uno hará buenas obras y le dará un pedazo de pan a algún muerto de hambre que deambula por ahí. A veces no.

Solidaridad. Te dicen. La solidaridad me la paso bien por el forro de las pelotas que ya bastante harto me tienen esta manga de solidarios que todos los meses me roban la plata que me gané. ¿Querés ser solidario? Perfecto. Pero con TU plata, no la mía, la puta que te parió.

Naturalmente, no creo que una anarquía sea un sistema viable. Un Estado siempre es necesario por razones antes dichas, que son a su vez de puro sentido común. Pero el Estado tiene que ser chiquititititititititititito. Minúsculo. Cosa de que el grado de libertad individual sea muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuy grande. No sé si me explico.

viernes, 23 de febrero de 2007

Leyes generales de los grupos humanos

Pericles y "la educación de la Hélada".


“Todo aquel que desee saber qué ocurrirá debe examinar qué ha ocurrido: todas las cosas de este mundo, en cualquier época, tienen su réplica en la Antigüedad”.

Nicolás Maquiavelo

De cuando una región se enfrenta a la escasez (inspirado por el inigualable Arnold J. Toynbee)

Cuando las ciudades- Estado de la Grecia antigua tuvieron que enfrentar “la presión de la población sobre los medios de subsistencia” (Toynbee), hubo tres respuestas. Los pobladores de Corinto y Calcis emigraron y fundaron nuevas colonias en Sicilia, Italia Meridional, Tracia, etc.

En cambio, los espartanos atacaron a sus vecinos conquistando nuevas tierras fértiles. Esto implicó la militarización de la sociedad espartana, para de esa forma obtener una clara ventaja frente a sus vecinos agredidos.

Por su parte, Atenas cambió su sistema de producción agrícola y manufacturera orientándola hacia la exportación. Luego adaptó sus instituciones políticas para darle una cuota de poder a las nuevas clases sociales que surgieron a raíz de estas reformas. Esta “revolución política y económica” se difundió en el resto de Grecia y posibilitó el desarrollo conjunto de las diversas ciudades- Estado.

A partir de esto se puede decir que cuando una región se enfrenta a la escasez surgen tres posibilidades:

a) Emigración masiva hacia nuevas tierras.

b) Agresión ente los países de la misma región. Lucha por los recursos escasos.

c) Transformación del sistema político- económico. Desarrollo conjunto.

Veamos brevemente como todas estas variantes se dieron en Europa durante el siglo XX. Emigraciones masivas a principios de siglo para huir de las hambrunas. Guerras entre las naciones europeas por la obtención de los recursos escasos. Y finalmente, reforma político- económica que posibilitó un desarrollo conjunto (Unión Europea).

Si en cambio aplicamos el mismo esquema a la realidad latinoamericana, vemos que sólo se han cumplido los puntos a y b. (En el punto b, la “agresión” no se refiere necesariamente al extremo de una guerra). Vistas como están las cosas, es probable que jamás se llegue al punto c.

Pero lo interesante de todo esto, sería ver si efectivamente se puede establecer una serie de “leyes generales de los grupos humanos” como dice el título de este post. Admitir que hallar dichas leyes es posible, implica en un primer momento dos cosas: que la historia humana es cíclica y que las cosas que sucedieron vuelven a suceder. Segundo, que el comportamiento de los grandes grupos humanos obedece a un número limitado de posibilidades.

jueves, 22 de febrero de 2007

el Estado defiende tu bienestar

El estatismo en este país ha llegado a niveles surreales. Ahora resulta que los casinos públicos tienen pérdidas de 14 millones de dólares que se mantienen subvencionadas obviamente con los impuestos que pagás vos. ¡Que suerte que tenemos un Estado que defiende el interés general! ¡Y yo que pensaba que la timba era algo malo! Ya que el Estado está tan preocupado en defender el bienestar de la gente, pueden empezar a estatizar los prostíbulos, a subvencionar el alcohol, el cigarrillo, la pasta, la frula y las hamburguesas con queso.

¡Queremos bienestar YA!

martes, 13 de febrero de 2007

Apocalypto

Hace poco vi Apocalypto la película de Mel Gibson. Bastante buena por cierto, especialmente porque echa por tierra la imagen de que los indígenas americanos eran tipos amables. Cualquiera que haya vivido un tiempo en algún país centroamericano sabe que eso es pura mentira. Bárbaros es lo que son.

A continuación unos extractos de “Señores bajo los árboles”, en donde se ilustra el accionar de los Kaibiles, la unidad más sanguinaria de toda América, compuesta prácticamente en su totalidad por indígenas.

El machete silbó al cortar el aire: la cabeza de Juan hizo un gesto como de comprensión y ternura al desplomarse sobre su hombro izquierdo: los párpados se le abrieron y cerraron como alas de mariposa al tiempo que volcanes, nubes, cielo y montañas daban vueltas y vueltas mientras se desvanecían poco a poco hasta desaparecer. Quizá pudo llegar a ver aún, desde el suelo, que su cuerpo daba pasitos hacia atrás como un bebé y que caía sentado temblando mientras del cuello le brotaba un grueso chorro de sangre morada que se dividía en tres afluentes: uno bañaba el hombro, el otro el pecho y el tercero el cielo y después la tierra: también las hojas secas y los arbustos que pisaban los kaibiles regados por todas partes con machetes y antorchas en las manos, y con sus caras llenas de tizne alrededor de los ojos.

Toribio de León, kaibil, quedó inmóvil un instante viendo sobre el suelo la cabeza de Juan: luego la apartó de su camino antes de proseguir la marcha. Delante de él, una mujer con un niño entre los brazos tendió su mano suplicante pero Toribio la cortó de un tajo: cuando la mujer gritó escandalizada él le arrebató al bebé, lo tomó de los pies, caminó hacia un peñasco rocoso y contra él lo aplastó tres veces. La mujer se levantó y corrió hacia Toribio que aventaba lejos el cuerpo del niño. Al verla venir, lanzó un filazo hacia arriba y un seno voló por el aire: la mujer siguió persiguiéndolo mientras él caminaba hacia atrás: Toribio entonces se afirmó en el suelo, tomó el machete con ambas manos y lo hundió de filo hasta el mentón de la mujer: ella pareció electrizarse y luego quedó ahí, muerta sobre la tierra. Toribio zafó el arma y avanzó hacia los ranchos que empezaban a arder. A su paso la gente corría gritando, los cuerpos desmembrados se agitaban sobre el suelo: él sentía caliente la sangre, sus manos apretaban el arma con fuerza: su cuerpo estaba excitado y a punto de reventar...

Varios niños se internaron en el monte arrastrando a un anciano. Toribio los vio y apuntó en su mente: son los que deben contar lo que pasó, los sobrevivientes. Y caminó hacia los ranchos que ardían: un oficial había juntado a tres indias embarazadas espalda con espalda: estaban tomadas de los brazos viendo a los soldados avanzar, mirando cómo macheteaban a los cerdos, a los perros, a las gallinas, a los niños. El oficial se dirigió a Toribio y le gritó: "!Proceda!" Toribio envainó el machete y sacó el puñal, tomó del pelo a una de las tres mujeres y la echó en tierra: puso una bota sobre su cuello y le rasgó el vientre del que brotó un líquido amarillento: luego sacó el feto, se lo mostró a la mujer que abría la boca sin poder gritar y lo aventó lejos de sí. Quiso tomar a otra de las embarazadas pero todas corrieron hacia el monte: el oficial entonces lanzó una ráfaga con su M-16 que roció las cinturas de las mujeres: cayeron hincadas agarrándose el vientre: Toribio avanzó despacio y pudo sin mayor dificultad rasgar todos los vientres y lanzar todos los fetos hacia el fuego de los ranchos. Tres hombres miraban aquello sin poder moverse: estaban encañonados por cinco kaibiles quienes luego les colocaron garrafones de metal y antorchas en las manos para que ellos mismos prendieran fuego al depósito de granos y rociaran con gasolina el motorcito para moler el maíz y hacer el nixtamal.

Cuando la aldea entera ardía y el olor a carne quemada se revolvía con el humo, los kaibiles obligaron a los tres hombres a rematar a algunos de sus familiares que yacían en el suelo sin brazo, sin pierna, sin ojos, sin naríz, sin labios...”

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lo que pasó fue que los soldados salieron de entre el monte y comenzaron a matar a los marimbistas: los rociaron de balas: y esto sucedió tempranito, y luego los soldados se fueron al camino a esperar que asomaran los papás con sus hijos, que venían de oír la música y alegrarse con la fiesta, y ahí en el camino los empezaron a matar también: los kaibiles abrían sus pechos con cuchillo y sacaban sus corazones de las gentes y se los comían: porque kaibil come corazón humano, come hígado también y hasta riñón come; y bebe sangre de los muertos y a veces de los vivos, porque ahí está el caso de mi primo que ese día lo colgaron de un árbol y le abrieron su vena y con vaso tomaban su sangre los kaibiles y él no se moría y no se moría hasta que se fue muriendo despacito y los kaibiles saboreaban su sangre...”

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son ellos (los del ejército) los que asoman con pintura negra en el rostro, ellos los que aparecen con antorchas en las manos, ellos los que queman los ranchos para que la gente salga y que los niños corran chillando y que los ancianos se tropiecen con las piedras y las mujeres no puedan ni fajarse su niño a la espalda: ellos son los que acorralan a los hombres en el centro de la aldea para matarlos y los que encierran a las mujeres en la iglesia para pasarles encima: ellos despanzurran a los niños, los desfondan, los arrancan de los perrajes en las espaldas de las madres y los aplastan contra las piedras cogidos de los pies: ellos son los que rasgan las barrigas de las mujeres y les sacan a los chiquitos que todavían no han nacido y los echan a los perros después de partirlos en dos desgajándolos por las pierna”.

jueves, 8 de febrero de 2007

Narconaciones

Jesús Malverde, el santo de los narcos
Como ya hemos dicho, ser liberal significa estar a favor de que cada uno haga más o menos lo que se le canta la garcha. Esto evidentemente incluye el tema de las drogas. Si alguien se quiere drogar, problema de él, no del Estado, la ley o la Iglesia. Es una cuestión personal pura y exclusivamente. Por supuesto que las consecuencias sobre el consumidor también serán problema suyo. Ni se te ocurra pedirme plata para un tratamiento o rehabilitación. Pagátelo vos nene. Y al que roba (es decir, se mete con la propiedad ajena) para comprar droga, tiro en la frente. Y listo, no hay que darle más vueltas al asunto.

Ser liberal también implica otra cosa, que es lucrar con las necesidades y los deseos de los demás. Si existen drogadictos es lógico que existan vendedores de drogas. De la misma forma que existen automovilistas y vendedores de autos, suicidas y vendedores de balas. Es lo mismo, y no hay razón para prohibir la venta de ningún producto. Recuerden: estamos hablando de liberalismo, es decir, que partimos de la base que cada persona puede comprar y consumir lo que se le de la gana.

Esto nos lleva al tercer punto, el cual es bastante evidente por cierto. La venta de droga es un excelente negocio, uno de los más lucrativos del mundo. Recordemos por ejemplo, el ofrecimiento de Pablo Escobar de pagar la deuda externa de Colombia con la condición de que las autoridades no le rompieran más las pelotas. ¿Y por qué no aceptaron me pregunto yo? Ni puta idea. Aunque en realidad es obvio: porque los países desarrollados en donde se encuentra la mayor cantidad de consumidores, no producen cocaína. Y por esa simple razón es ilegal. En cambio sí producen por ejemplo, Ritalín y Prozac, las cuales son drogas perfectamente legales (en EEUU, un 10 % de la población ha consumido alguna vez en su vida el famoso antidepresivo).

Si alguien todavía insiste en analizar el asunto desde un punto de vista moral, que considere lo siguiente: la industria de armas. ¿Acaso una M 16 es menos dañina que un kilo de coca o heroína? No lo creo. Ustedes dirán que el tráfico de armas está prohibido y es cierto. Pero no está prohibida su producción (y para algo y por algo existen los traficantes de armas). En cambio sí están prohibidas las plantaciones de cocaína. Con esto quiero decir que es evidente que Latinoamérica, en donde se produce gran parte de la droga, debería legalizarla. ¿Y qué importa si los países ricos boicotean a las narconaciones emergentes? Da igual. Se saca más plata traficando heroína que carne de vaca, café o bananas. Es mejor incluso que tener petróleo ya que no corre peligro de agotarse dentro de unos años. Además la droga ofrece una ventaja cualitativa respecto de otros productos: la adicción. El hecho de que el consumidor necesite del producto.

Se trata simplemente de liberalismo. Competencia. Y nada más. NO A LOS LIBERALES ASUSTADOS.

jueves, 1 de febrero de 2007

el Bárbaro encadenado

Aquiles y Ayax Telamonio jugando a los dados...

Popularmente se dice que la cultura oriental es más espiritual y la occidental más materialista. Y hay mucho de cierto en ello. Estas diferencias –como tantas veces- se deben a la religión en su aspecto amplio y a sus concepciones particulares sobre la muerte. La cuna de Occidente es en la Antigua Grecia. Los griegos como es sabido, se vieron muy influenciados en su cultura y religión, por un pueblo bárbaro: el egipcio.

¿Pero cuál fue la diferencia fundamental entre ambos pueblos? En que los griegos no creían en la salvación después de la muerte y los bárbaros egipcios sí. Cuando un griego moría se iba al Hades y listo. No importaba nada lo que hubiera hecho. Si había sido bueno o malo, rico o pobre, rey o mendigo, si había sido sabio o un pobre ignorante. Daba todo igual, te vas para abajo lo mismo. Eso dio como resultado una mentalidad terrenal. Para un griego la única forma de alcanzar trascendencia luego de su muerte era siendo reconocido por los demás y permaneciendo en la memoria de la gente. Y para ello era necesario cultivar las virtudes terrenales que tan bien se explicitan en La Ilíada, EL LIBRO de Occidente: valentía y habilidad para el combate, belleza física, elocuencia en la oratoria, inteligencia y astucia, riqueza, prudencia, etc. Todo destinado a incrementar la fama del hombre en su corta estadía sobre la tierra, dando así, origen a la cultura individualista de Occidente.

“Los hombres son como las hojas de los árboles que se lleva el viento y son reemplazados por otras”. (Homero, La Ilíada, Canto VI)

Por el contrario, el bárbaro aspira a la Salvación y actúa en consecuencia. De esa forma vemos a los egipcios memorizar las plegarias del Libro de los Muertos para su viaje al inframundo:

“¡Salvadme! Cobijadme junto a vosotros, porque mi aliento es puro, mi corazón es puro, mis manos son puras, y aquellos que me ven dicen: Sé bienvenido, oh tú que eres puro, y que tu alma esté en paz en el mundo inferior… Sé bienvenido, porque has lavado tus vísceras en el lago de Maat y puedes presentarte, oh tú que eres puro, ante Osiris, el toro de Amenti, ante Osiris Neberdjer, ante Osiris Djedi, cuya columna vertebral es el eje del universo”.

Vemos como el bárbaro –que aspira a obtener la Salvación- se somete a Dios y a la Causa Sagrada. Para él, pensar en términos individuales es algo impuro. De más está decir que el pensamiento bárbaro permanece en muchas creencias e ideologías de nuestra civilización: en todas aquellas que centran su atención en Dios, la Causa, el Estado, la Salvación, el Paraíso, la Utopía… y por supuesto que este tipo de pensamientos es origen de una profunda hipocresía y doble moral: el hombre de izquierda que vive con los lujos del burgués, el católico que se garcha a la empleada pero no se olvide de comer hostia los domingos… los negadores de la naturaleza humana, los de siempre.

Los verdaderos puros, en cambio, son aquellos que se aceptan a sí mismos y su condición: soy un hombre, y todo lo que consiga –sea mucho o sea poco- será por la astucia de mi mente, el vigor de mis brazos, y la velocidad de mis piernas. Y me cago en todos los Santos Arrodillados, en todos los creyentes, en los que rezan, en los que ruegan e imploran. En los que tienen esperanzas. ¿Esperanza en qué la puta que te parió? ¡A la mierda la Utopía, a la mierda el Paraíso, bárbaro inculto!

He aquí el pensamiento del Hombre Libre de Occidente.

“La historia sagrada deberá ser denominada con el nombre que ella merece, historia maldita; las palabras Dios, salvador, redentor, santo, se emplearán como distintivo para delincuentes”.

Friedrich Nietzsche, el Anticristiano.