A diferencia de las ideas nacidas con el Renacimiento, el realismo no cree en el progreso. Por ejemplo, dos típicas vertientes que tienen sus orígenes en el Renacimiento son el socialismo y el liberalismo. Ambas creen en el progreso humano, es decir en la capacidad humana de crear sociedades más justas o pacíficas y en la capacidad del hombre para actuar racionalmente.
El realismo en cambio sostiene que la naturaleza humana, la cual determina la política y las relaciones entre hombres, naciones o cualquier otro grupo de poder, es
eterna e
inmutable. No existe la posibilidad de cambiar la naturaleza humana y el realismo lo que intenta hacer es comprender en qué consiste dicha naturaleza.
Los orígenes de esta tradición se pueden buscar en la antigua China, en el formidable libro “El Arte de la Guerra” escrito por el misterioso Sun Tzu o en la antigua Grecia, en “La Historia de la Guerra del Peloponeso” de Tucídides. Otros autores más modernos como Maquiavelo, Hobbes o Clausewitz son considerados antecedentes históricos del realismo moderno. Este surgió ante el fracaso de las ideas liberales aplicadas en política internacional en el período de entre guerras. Sus fundadores son E. H. Carr (quien en realidad no era realista) y Hans Morgenthau.
Supongamos este ejemplo: dos soldados enemigos se encuentran en un campo de batalla en trincheras opuestas. Se encuentran solos fuera de la vista de los demás soldados. Ninguno de los dos desea pelear. Ambos han sido forzados a ir a la guerra. Se ponen a hablar de trinchera a trinchera y acuerdan no atacarse unos a otros. Ambos saben racionalmente que esa es la mejor opción. Es la solución que les sirve a los dos: ¿para qué pelear por una guerra que no les importa? ¿por qué no ponerse de acuerdo y decidir ambos que es mejor no pelear? Porque no pueden confiar el uno al otro. Aunque sepan racionalmente que la mejor solución es no pelear, no pueden estar seguros de lo que el otro va a hacer. Entonces eligen pelear aunque saben que no es la mejor solución.
Ahora bien, esto puede parecer un ejemplo muy lejano y que no se aplica a la realidad cotidiana. ¿Por qué la gente no se mata una a otra en cualquier sociedad? Porque existe un poder superior que controla la fuerza. Los súbditos a ese poder superior se ven amparados por dicho poder y por lo tanto no es necesario para ellos defenderse por sus propios medios. Esta regla se aplica también a la política internacional. ¿Por qué no hay guerras por ejemplo en Europa o América Latina? Porque dichos países se encuentran bajo la esfera de influencia de un poder superior (Estados Unidos).
Ahora bien, miremos a la periferia: ¿qué sucede en las regiones en donde el poder de Estados Unidos no es indiscutido? Irán quiere armas nucleares para consolidar su posición. Rusia apoya a Irán para disminuir la influencia estadounidense en la región y utiliza a Irán porque no quiere enfrentarse directamente con Estados Unidos. Israel presiona a Estados Unidos para una intervención en Irán que destruya su programa nuclear porque teme quedar bajo el alcance de misiles nucleares iraníes. Israel no desea intervenir directamente contra Irán porque eso podría unir a los países árabes en su contra. Por otro lado, Turquía añade mayor inestabilidad al comunicar su decisión de invadir el norte de Irak para combatir las guerrillas kurdas. Es decir: nada nuevo. El
clásico y
sempiterno juego de las
power politics.
Ahora bien: ¿cuándo estalla la violencia? Cuando alguno de los bandos cree que tiene suficiente ventaja sobre sus rivales y considera que puede destruir la amenaza que estos representan utilizando la violencia.
Muchas falacias se han escrito y se seguirán escribiendo que nieguen estos hechos. Algunos dirán que las guerras y los enfrentamientos son consecuencia del capitalismo, otros dirán que es consecuencia de los Estados o de elites anacrónicas que defienden intereses caducos. Lo cierto es que es consecuencia de la naturaleza humana y de cómo esta influye en la política.
Algunos dirán: una vez que la globalización se haya establecido, las barreras nacionales hayan desaparecido y los Estados se hayan destruido, los conflictos irán desapareciendo porque las empresas llegarán a la conclusión de que no les
conviene luchar unas contra otras. Esta conclusión es errónea porque considera que la
única motivación de una empresa es lo que le conviene y da mayores beneficios. Pero lo primero ante todo es
sobrevivir. Si en la actualidad no existen guerras inter empresariasles es por la simple razón de que las empresas están bajo la órbita de influencia de los Estados que a su vez controlan la fuerza. Por lo tanto los empresarios no necesitan tener miedo de que empresarios rivales utilicen la violencia contra ellos. ¿Pero qué sucedería si cayeran los Estados y todo estuviera en manos de empresas? Lo que sucedería es que no existiría un poder superior que controle la fuerza y por lo tanto la única posibilidad de defenderse ante un eventual ataque es con los medios propios.
Y entonces se dispara el clásico proceso: no hay nada que impida que una empresa ataque a otra. Ya no existe un Estado que pueda impedirlo. Sin embargo, todas las empresas saben que una guerra
no conviene. Todas las empresas están de acuerdo que para obtener mayores beneficios es mejor la
paz. Pero no pueden estar
seguros de lo que el otro va a hacer. No pueden estar
seguros de que el otro no los va a atacar. Esta incertidumbre se traduce en medidas defensivas. Estas medidas defensivas son vistas por las demás empresas como una amenaza que a su vez se traduce en mayores medidas defensivas. La escalada de medidas continúa. Eventualmente alguna de las partes cree que la mejor posibilidad de librarse de la amenaza de los rivales es atacando. Luego del periodo de violencia se reconfigura el balance de poder. Nada nuevo bajo el Sol.