La creación de la mujer

El griego siempre fue un pueblo sabio. Una muestra de su enorme sabiduría se puede ver en el mito de la creación de la mujer. Recordemos brevemente la versión clásica de este mito extraído de la Biblia. Yahvé dice: “No es bueno para Adán estar solo. Haré un ayudante para él.'...Y Yahvé convirtió una costilla que había tomado del hombre en una mujer para él". Es decir, la mujer fue creada como compañía para el hombre.

En cambio, el pueblo griego, el cual era sabio en extremo aporta una versión diferente, iluminadora diría yo, y más acorde a la realidad. Para hacerla corta, Prometeo, quien era un Titán amigo de los hombres, le robó el fuego a los dioses y se lo dio a los mortales. Zeus el rey del Olimpo, muy irritado decidió castigar a los hombres. “Y al punto, a cambio del fuego, preparó un mal para los hombres”. ¿Cuál era ese mal? Exacto, han acertado: la mujer.

Presten atención estimados y varoniles amigos, a la descripción que Hesíodo realiza de estas criaturas para que vean cuánta sabiduría se esconde en los mitos griegos: “Modeló de tierra al ilustre Patizambo una imagen con apariencia de casta doncella, por voluntad del Crónida (Zeus)”.

Es decir, Zeus crea a una mujer con aspecto virginal y la vuelve irresistible. El hombre se encuentra indefenso y desamparado como un pobre cervatillo ante estas criaturas malignas. Hesíodo continúa:

“Luego que preparó el bello mal, a cambio de un bien (el fuego), la llevó donde estaban los demás dioses y los hombres, engalanada con los adornos de la diosa de ojos glaucos, hija de poderoso padre; y un estupor se apoderó de los inmortales dioses y hombres mortales cuando vieron el espinoso engaño, irresistible para los hombres. Pues de ella desciende la estirpe de femeninas mujeres”.

En esta poética descripción, Hesíodo desenmascara a estas criaturas y las muestra tal como son: espinoso engaño. Palabras que ilustran a la perfección la naturaleza profunda de las mujeres. Luego sigue:

“Gran calamidad para los mortales, con los varones conviven sin conformarse con la funesta penuria, sino con la saciedad. Como cuando en las abovedadas colmenas las abejas alimentan a los zánganos, siempre ocupados en miserables tareas –aquéllas durante todo el día hasta la puesta del sol diariamente se afanan y hacen blancos panales de miel, mientras ellos aguardando dentro, en los recubiertos panales, recogen en su vientre el esfuerzo ajeno-, así también desgracia para los hombres mortales hizo Zeus altitonante a las mujeres, siempre ocupadas en perniciosas tareas”.

Este párrafo es lisa y llanamente la mejor descripción que se ha hecho a lo largo de toda la historia sobre las funestas mujeres. Pero Hesíodo no se detiene allí y remata su Tratado (me niego a considerarlo simple literatura) hablando del terrible matrimonio:

“Otro mal les procuró a cambio de aquel bien: El que huyendo del matrimonio y las terribles acciones de las mujeres no quiere casarse y alcanza la funesta vejez sin nadie que le cuide, éste no vive falto de alimento; pero al morir, los parientes se reparten su hacienda. Y a quien, en cambio, le alcanza el destino del matrimonio y consigue tener una mujer sensata y adornada de recato, éste, durante toda la vida, el mal equipara constantemente al bien. Y quien encuentra una mujer desvergonzada, vive sin cesar con la angustia en su pecho, en su alma y en su corazón; y su mal es incurable”.

Conclusión: estimados y varoniles amigos. Ustedes estarán sin duda de acuerdo conmigo en que el mito griego es mucho más apropiado y más cercano a la realidad que las ingenuidades que se describen en la Biblia. Las mujeres son nuestra Carga, nuestra Cruz, nuestro Castigo eterno. En nuestra debilidad nos vemos siempre atraídos hacia ellas, hacia el Mal. Y lo peor de todo es que lo hacemos concientemente, sabiendo que nos hundiremos irremediablemente. Pero no podemos negarnos pues así es nuestra naturaleza.

Y los dioses así lo han querido.